El papa Francisco, primer pontífice argentino y latinoamericano, murió este lunes a las 7:35 de la mañana (hora de Roma) a los 88 años. La noticia fue confirmada por el Vaticano, un día después de que reapareciera públicamente para participar en la misa de Pascuas.
“Con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco”, expresó el cardenal Kevin Farrell. En su mensaje, destacó su entrega al servicio eclesiástico y su defensa de los más pobres y marginados.
Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa el 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI. Su designación rompió con siglos de tradición europea y dio paso a una nueva etapa en la Iglesia, marcada por gestos de cercanía, una política de apertura y una fuerte condena a los abusos sexuales dentro del clero.
Durante su pontificado, Francisco impulsó reformas orientadas a modernizar la estructura eclesiástica. Entre ellas, la reconfiguración de la curia romana, la inclusión de laicos y mujeres en roles de liderazgo, y una nueva constitución que priorizó la evangelización. También tomó posición en debates clave de la agenda global, desde la crisis climática —con la encíclica «Laudato si’»— hasta la desigualdad social y la migración.
En más de una década al frente del Vaticano, mantuvo un vínculo permanente con América Latina. Visitó Brasil, Paraguay y Bolivia, pero nunca concretó el esperado viaje a su país natal. A pesar de las tensiones con distintos gobiernos argentinos, siempre recibió a sus presidentes: Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei.
Su mensaje tuvo a los jóvenes como uno de sus principales destinatarios. En la Jornada Mundial de la Juventud de 2013, en Río de Janeiro, los instó a “hacer lío” y a ser protagonistas del cambio social. En esa misma línea, cuestionó duramente el «culto al dios dinero» y la exclusión de jóvenes y adultos mayores.
En el plano internacional, jugó un rol diplomático clave. Fue mediador en el histórico acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, y mostró voluntad de intervención en conflictos como el de Rusia y Ucrania. Desde el Vaticano, abogó constantemente por la paz y la fraternidad global.
Francisco también dejó su marca en los gestos simbólicos. En la ceremonia del Jueves Santo, lavó los pies a mujeres, personas trans, migrantes y no católicos, rompiendo con tradiciones excluyentes y reafirmando una visión más inclusiva del catolicismo.
Su historia comenzó en el barrio porteño de Flores, donde nació el 17 de diciembre de 1936. De familia modesta y con formación jesuita, abrazó los valores de austeridad, humildad y servicio. Fue arzobispo de Buenos Aires desde 1998 y cardenal desde 2001, antes de ser elegido como el 266° papa de la Iglesia Católica.
«Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres», dijo al inicio de su papado. Su legado será recordado por ese deseo: una Iglesia cercana, comprometida con los olvidados y capaz de dialogar con el mundo contemporáneo.
