Hoy se cumplen 192 años del inicio de la ocupación británica de las Islas Malvinas, un acto de fuerza que marcó un punto de quiebre en la historia de la soberanía argentina sobre este territorio. Entre el 2 y 3 de enero de 1833, el comandante británico James Onslow, al mando de la corbeta HMS Clio, expulsó a las autoridades y parte de la población argentina de las islas, consolidando una posesión que hasta el día de hoy es considerada ilegal por Argentina y diversos foros internacionales.
La decisión británica de ocupar las Malvinas no fue impulsiva, sino el resultado de un largo proceso de evaluación estratégica. Documentos históricos, como una carta escrita por el capitán mercante W. Langdon a Potter Macquen sugiriéndole la ocupación de las Islas Malvinas, fechada en abril de 1929, dan prueba de cómo intereses comerciales y navales influyeron también en esta determinación.
En su misiva, Langdon expuso al gobierno británico la necesidad de establecer una colonia en las «islas Falkland» como un punto de reabastecimiento para las rutas marítimas entre Australia, Nueva Gales del Sur y Gran Bretaña. Argumentó que las difíciles condiciones de navegación en el Cabo de Hornos requerían un puerto intermedio para que los barcos, incluidos los balleneros y las embarcaciones cárceles, pudieran aprovisionarse o reparar averías sin desviarse hacia los puertos de Brasil o Montevideo, lo que incrementaba costos y tiempos de viaje.
Langdon describió Puerto Soledad (Berkeley Sound) como un lugar ideal para este propósito, destacando su geografía favorable, recursos naturales y la presencia de un asentamiento gestionado por comerciantes de Buenos Aires bajo concesión del gobierno argentino. Según el capitán, este asentamiento era administrado por un director alemán y poblado por alrededor de 20 hombres, quienes se dedicaban a la producción de carne y cuero. Este detalle subrayaba la viabilidad de las islas como colonia autosuficiente.
El informe de Langdon, combinado con los intereses británicos en consolidar rutas seguras para sus embarcaciones, jugó un papel clave en motivar la ocupación de las islas.
El 3 de enero de 1833, el comandante Onslow informó al capitán argentino José María Pinedo que debía arriar la bandera argentina en 24 horas y evacuar las islas, bajo amenaza de utilizar la fuerza. Pinedo, consciente de la superioridad militar británica, retiró sus tropas pero se negó a arriar el pabellón nacional, un acto de dignidad ante la injusticia.
El acto británico fue una flagrante violación del derecho internacional de la época, ya que el Reino Unido mantenía relaciones de paz con Argentina. Además, impidió que el Estado argentino pudiera restablecer el asentamiento que con tanto esfuerzo había organizado en las décadas previas.
Desde entonces, el reclamo argentino por las Islas Malvinas es constante. Este caso es respaldado por América Latina y reconocido en los foros internacionales, incluidos el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, que identifica las Malvinas como uno de los territorios pendientes de resolución colonial.
La ocupación de 1833 no solo marcó una página oscura en la historia argentina, sino que también dejó un legado de resistencia y convicción en la defensa de la soberanía nacional. A 192 años de aquel acto de usurpación, las Malvinas continúan siendo un símbolo de lucha por los derechos soberanos del pueblo argentino.
Las Malvinas fueron, son y serán argentinas.