El 16 de septiembre de 1976, en el contexto de una dictadura militar que comenzó el 29 de marzo de ese año tras el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón, ocurrió uno de los episodios más oscuros del terrorismo de Estado en Argentina: La Noche de los Lápices. Este hecho forma parte de un período de violencia sistemática que resultó en la persecución, desaparición y asesinato de aproximadamente 30.000 argentinos.
La Noche de los Lápices fue un operativo represivo llevado a cabo por las fuerzas policiales de la Provincia de Buenos Aires, que se extendió hasta el 21 de septiembre. Durante esa noche, un grupo de tareas, dirigido por el general Ramón Camps y el teniente Miguel Etchecolaz del batallón 601 del Departamento de Inteligencia del Ejército, secuestró a diez estudiantes secundarios, todos menores de 18 años. La mayoría de estos jóvenes pertenecían a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una agrupación que demandaba el boleto estudiantil gratuito.
La acción represiva involucró vehículos Ford Falcon de la marina y se llevó a cabo en La Plata, una ciudad con una gran concentración de estudiantes y un centro de actividad política estudiantil. Los estudiantes secuestrados fueron sometidos a torturas en centros clandestinos de detención. De los diez jóvenes secuestrados, solo cuatro sobrevivieron. Seis de ellos permanecen desaparecidos hasta la fecha.
Las consecuencias de La Noche de los Lápices fueron profundas y duraderas. Este acto de represión no solo dejó un saldo trágico en términos de vidas humanas, sino que también instauró un clima de miedo que desalentó cualquier forma de participación política y reclamo de derechos sociales entre los jóvenes. El impacto de este miedo se extendió durante el período de la dictadura y persistió hasta el final del proceso en 1983.
Hoy, a 48 años de estos hechos, La Noche de los Lápices sigue siendo un recordatorio sombrío de la brutalidad del terrorismo de Estado en Argentina y del costo humano de la represión política.