Una pareja que decidió poner fin a su relación encontró una manera distinta de reorganizar su vida familiar: mantener el hogar como centro estable para sus hijas, mientras ellos se alternan en la convivencia. La propuesta surgió en una mediación judicial, donde ambos coincidieron en priorizar el bienestar de las niñas antes que las diferencias personales.
El acuerdo establece que las hijas seguirán viviendo en la misma casa, su espacio habitual, mientras sus padres se turnan para habitarlas. Una semana estará el padre a cargo, la siguiente la madre. No conviven juntos: cuando uno ocupa la vivienda, el otro se retira.
El objetivo es claro: sostener la rutina de las niñas y brindarles continuidad emocional, evitando los traslados y los cambios bruscos que suelen acompañar una separación.
El entendimiento se alcanzó en una sola audiencia de mediación, donde ambos progenitores mostraron disposición al diálogo. Según se informó, el proceso estuvo marcado por el respeto y la colaboración, dos factores clave para que el acuerdo se concrete.
El esquema acordado es flexible. Si uno de los padres necesita permanecer más tiempo en la casa por motivos laborales o académicos, se comunican y reorganizan las semanas sin conflictos ni formalidades. También acordaron que, durante los períodos en que las niñas estén al cuidado del padre, la madre podrá buscarlas para compartir momentos y mantener el contacto cotidiano.
El aspecto económico también fue abordado con equilibrio. Cada uno cubrirá los gastos del hogar y la alimentación mientras las hijas estén a su cargo. Además, el padre se comprometió a aportar ropa, calzado y otros elementos cuando disponga de ellos.
El acuerdo representa una alternativa solidaria y práctica frente a los desafíos económicos y emocionales de una separación. Más que una fórmula legal, es un pacto de convivencia que busca preservar el sentido de hogar para las niñas y transformar el final de una pareja en una reorganización basada en el respeto.
