Por Alejandra Valdez – Lic. en Trabajo Social
¿Han pensado alguna vez, en cuántas palabras, conceptos o ideas se ponen de moda en determinados momentos históricos?
De un tiempo a esta parte, mucho se habla y muchos hablan de empatía, algunos sabiendo su significado o al menos asomando a lo que refiere el concepto. Se dice por ejemplo “hay que ser más empáticos”, “cuanta falta de empatía”, “el o ella carecen de empatía”, “mirá que empática/o es”, entre algunas expresiones que se escuchan. Lo cierto es que, según mi registro memorístico, no es sino hasta hace unos pocos años que esta palabra comenzó a circular y socializarse entre las personas.
Lo más común que sabemos, en general, es que la empatía reviste cierta capacidad de ponernos en el lugar del otro/a, a groso modo parecería que con solo enunciarlo podríamos ser capaces de hacerlo, no obstante, y desafortunadamente no es tan sencillo.
Pensando recurrentemente este tema, entiendo que como toda capacidad, la empatía también es una capacidad que debe entrenarse, que no se dá de manera tan natural espontánea y automática. Seguramente, ante situaciones adversas atravesadas por otros/as hay un impulso inmediato humano de conmovernos y movilizarnos, no obstante, la empatía implica algo un poco más profundo que ese sentimiento primario.
“Y entonces me di cuenta de que todo el mundo sufría continuamente, incluidos aquellos que fingían no sufrir.” – Charles Bukowski
Con la experiencia y el trabajo con personas como base, es que es posible inferir, que si bien hay una socialización mayor de conceptos que favorecerían la vida en sociedad y una mirada más compasiva hacía otros/as, también es cada vez más doloroso observar cómo nos denigramos y maltratamos en todos los ámbitos de la vida en sociedad. Aún cunado hemos atravesado recientemente una pandemia, con tantas muertes y con vidas afectadas y modificadas ante este inesperado evento, parece no haber dejado el saldo de aprendizaje que se presagiaba, en contrapartida, muchas veces se percibe en el aire y en las interacciones cotidianas una cierto anestesiamineto ante el dolor ajeno, a veces un corto interés por algunas problemáticas y la relativización de otras.
Sin caer en generalizaciones extremas, lo cierto es que también es posible dar cuenta de acciones que implican el surgimiento de la capacidad empática, siendo comunes o más frecuentes ante eventos que revisten injusticias, dramas o situaciones traumáticas.
Considero que el gran desafío, es poder establecer prácticas e interacciones de carácter empático en lo cotidiano, en la vida diaria, en las relaciones reales con otros/as, sin necesidad del acontecimiento o surgimiento de espectacularidades. A la vuelta de la esquina, en nuestros hogares, en la calle, en las instituciones, en cada rincón acontece la vida de personas que atravesados por circunstancias diversas, necesitan atenuar el peso y compartir la vida de manera más saludable. Como especie humana contamos con dos habilidades fundamentales: LA PALABRA Y LA ESCUCHA, tendremos que ser capaces de volver a nuestra esencia y otorgar tiempo a las prácticas que nos definen como seres humanos.
“Andy tomó una hoja de árbol del suelo y sonrió. – Hasta este árbol contra el que me he recostado me regala hoy un pedacito de sol. Colocó la hoja entre las hojas de su libro. El color amarillo iluminaba las páginas grises.
Andy no conocía a ese árbol, pero lo llamo el árbol del sol.
Cerró su libro, volvió a recostarse y esta vez fue el árbol quien le habló: Yo te daré un pedacito de sol todos los años para que en el invierno palpite la alegría en tu corazón. Tú llevarás el calor a aquellos que se crucen contigo, rociando sus almas con destellos de colores de la sinfonía del amor…
En cada mirada, en cada gesto, en cada palabra, tenemos la oportunidad de ser un pedacito de sol para los demás…”
Te daré un pedacito de sol- Mariana Jantti.